viernes, 10 de enero de 2014

Democracia y estado. Derechos y deberes de los ciudadanos.

Democracia y estado. Derechos y deberes de los ciudadanos.
 
El hombre nace libre, responsable y sin excusas.” (Jean-Paul Sartre).

Para comenzar, podemos afirmar que la base de cualquier sistema de filosofía política, incluyendo, obviamente, a la democracia, comienza con la relación entre el individuo y el estado.
Por esta razón, debemos realizar nuestro mejor esfuerzo en lograr que la democracia consista en que la mayoría de la gente elija a  aquellos cuyos pensamientos,  palabras y acciones estén en conformidad con las normas de conducta indicadas por las mentes más iluminadas.
Por otra parte, en la práctica, no todos los hombres son iguales en cuanto a la tarea de determinar los propósitos más elevados de la vida. No se pueden eliminar de un plumazo las distinciones de clase, por lo menos en su fase mental, reduciendo todas las mentes y la moral a un nivel común. Esto último sólo se podría lograr igualando por lo bajo, fórmula que rechazamos terminantemente. José Ingenieros señalaba: “el mediocre intenta igualar por lo bajo, no pudiendo hacerlo hacia arriba.”
Por cierto, es pura vanidad pensar que hoy en día,  en un estado democrático, cada hombre, pueda por sí mismo concebir el curso recto que convenga a la sociedad, y menos aún, que un individuo sea tan eficiente como para trazar el camino que deba seguir la posteridad.
Promovamos que la filosofía, la ciencia y consecuentemente la educación, produzcan una clase de hombres que adopten normas morales eficientes, hacia las cuales deberían orientarse los mejores esfuerzos políticos. Fomentemos una clase de elevados ideales, como cuerpo pensante de la sociedad, y como un hecho añadido a la igualdad básica divina de todos los hombres, y dirijámonos a esta clase para obtener medidas o disposiciones iluminadoras para el funcionamiento del estado democrático. No parezca esto una pretensión clasista o excluyente,  estamos intentando evocar las bases fundacionales de aquel Colegio Invisible de la Rosa Cruz, cuya manifestación exotérica, si se quiere, fuera  la Sociedad Real, y que sentara los cimientos de nuestras formas de gobierno, nuestras modernas democracias.
Consecuentemente cada ciudadano debería tener una oportunidad igual para ascender, conscientemente, a esa clase de la sociedad que está mejor adaptada para señalar propósitos nobles y eficientes a la humanidad.
Por otra parte, somos concientes que la democracia es un sistema imperfecto que involucra numerosas debilidades, pero actualmente y sin ninguna duda, es el sistema que mejor garantiza los derechos del hombre, tal como están definidos en la Declaración Universal. Si bien es cierto que toda democracia debe garantizar estos derechos, también debe ponerse el mayor énfasis en que se respeten y fomenten los deberes correspondientes. Un gobierno desequilibrado que no respeta y hace respetar los derechos y los deberes de los ciudadanos, sólo fomenta los gérmenes de la decadencia que favorecen la instauración de una dictadura. La historia en general, y la nuestra en particular,  nos muestra, que el buen funcionamiento de una sociedad depende de un justo equilibrio entre los derechos y los deberes de todo individuo.
Cuando este equilibrio se rompe, tanto por parte de los gobernantes como de los gobernados, el totalitarismo más extremo se apodera de la situación y nos sumerge en el caos y la barbarie.
De ahí que, cuando los derechos de los individuos están por sobre los deberes que les incumben como ciudadanos, se corre el riesgo de que este desequilibrio se amplíe y nos lleve a una regresión de la condición humana, citando como ejemplo, lo ocurrido en nuestro país hace poco mas de tres décadas; y que ha extendido su sombra nefasta hasta nuestros días; porque a todas luces, aún padecemos las consecuencias de esa lamentable regresión.
En este orden de ideas, nos parece oportuno compartir algunos principios esenciales, publicados hace algún tiempo, y a los cuales adherimos con firmeza y convicción:

. Todo individuo tiene el deber de respetar sin omisión los derechos del hombre, tal como están definidos
   en la Declaración universal.  

. Todo individuo tiene el deber de respetarse  a si mismo,  y no degradar su cuerpo o su conciencia con   
   comportamientos o prácticas que mancillen su dignidad o integridad.

. Todo individuo tiene el deber de respetar a otros, sin distinción de raza, sexo, religión, clase social, de    
   comunidad o de cualquier otro elemento que parezca distintivo.

. Todo individuo tiene el deber de respetar las leyes del país en el cual vive, quedando entendido que estas
   leyes deben tener por fundamento el respeto de sus derechos más legítimos.

. Todo individuo tiene el deber de respetar las creencias religiosas y las opiniones políticas de otros, en    
   cuanto no atenten, ni a la persona humana, ni a la sociedad.

. Todo individuo tiene el deber de ser benévolo en pensamiento, en palabra y en acción, con el fin de  ser
   un agente de paz social y un ejemplo para otros.

. Todo individuo en edad, en estado o en condición de trabajar, tiene el deber de hacerlo, para    
   proporcionarse sus necesidades o las de su familia, para ser útil a la sociedad, para crecer en el plano
   personal, para solventar su educación, o simplemente para no hundirse en la ociosidad.

. Todo individuo que tiene a su cargo la educación de un niño tiene el deber de inculcarle el valor, la    
   tolerancia, la no violencia, la generosidad y,  de una manera general, las virtudes que harán de él un
   adulto respetable y responsable.

. Todo individuo tiene el deber de brindar asistencia a cualquiera que está en peligro, esté interviniendo   
  directamente o esté haciendo lo necesario para que las personas habilitadas a intervenir lo hagan.

. Todo individuo tiene el deber de considerar a la humanidad entera como su familia, y de comportarse  en
   toda circunstancia y en todo lugar como un ciudadano del mundo, haciendo así del humanismo el    
   fundamento de su comportamiento y de su filosofía.

. Todo individuo tiene el deber de respetar los bienes de otros, sean privados o públicos, individuales o    
   colectivos.

. Todo individuo tiene el deber de respetar la vida humana y de considerarla como el bien más precioso
  que  hay en este mundo.

. Todo individuo tiene el deber de respetar la naturaleza y de preservarla, a fin que las generaciones
   presentes y futuras puedan beneficiarse sobre todos los planos; viendo en ella un patrimonio universal.

En resumen, si se cumplieran estos deberes fundamentales, todos nos beneficiaríamos por el respeto mutuo, y pocos serían los derechos por reivindicar. Sustentamos firmemente que toda democracia no debe limitarse a garantizar un estado de derecho, sino que es imprescindible y fundamental que a su vez, promueva y garantice un Estado de deberes.
Por último, solamente tomando como pilares fundamentales la defensa de los derechos y deberes de los ciudadanos, se logrará que nuestra sociedad y la civilización en general asuma plenamente “Su estatuto de Humanidad”.

El Abate Arno.

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