sábado, 11 de enero de 2014

La asamblea general constituyente de 1813.

La asamblea general constituyente de 1813.
             La verdad es el signo más característico del hombre de bien; la resignación, el honor y la grandeza de ánimo en las arduas empresas, son las señales más evidentes de un corazón virtuoso, verdadero amante de la libertad de su patria.
Plan  revolucionario de operaciones. Mariano Moreno.
Tiempos tumultuosos e inciertos, juntas, juntas grandes, triunviratos y aún exilios y asesinatos ocurrieron en menos de  dos años y meses desde  la creación de la Primera Junta, de la que Moreno fuera uno de sus secretarios. El 8 de octubre, de 1812 los coroneles San Martín y Ocampo reunieron sus tropas en la plaza principal, forzando el cambio de la totalidad del gobierno. Tras algunas negociaciones, se decidió consultar a los representantes del pueblo de la capital.. El resultado fue el siguiente: Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña  y Antonio Álvarez Jonte   fueron nombrados miembros de  lo que se llamó el Segundo Triunvirato. Paso era el líder de un grupo político no bien definido, que había dirigido algunas manifestaciones contra el poder. Los otros dos eran notorios líderes civiles de la Logia Lautaro. Del nuevo gobierno no tomó parte ningún militar, para evitar que se creyera que era surgido de un golpe de estado.
Antes de tomarles juramento, se les impuso la obligación de convocar, a la mayor brevedad posible, una Asamblea General Constituyente, luego conocida como la Asamblea del año XIII, en que estuvieran adecuadamente representadas todas las provincias, que declarara la independencia y sancionara una constitución. El segundo triunvirato entró en funciones el 8 de octubre de 1812 y fue disuelto el 31 de enero de 1814, al crearse el Directorio.
Contemporánea y concurrentemente es de destacar la existencia de la llamada Sociedad Patriótica, cuyo fundador fue Manuel Moreno, hermano de Mariano;  y que se reunió con frecuencia en el Café de Marco, desde marzo de 1811. Este local se encontraba en la intersección de las calles de la Santísima Trinidad y de San Carlos (actualmente Bolívar y Alsina), esquina noroeste, frente a la iglesia de San Ignacio. Que como todo local de este tipo, en  la época, era lugar de tertulias y peñas, donde conocidos personajes se reunían, como nosotros, para deleitarse con un buen y humeante café, y sobre todo: para conspirar. Costumbre que aún cultivamos, pero que ya arranca en la vieja Europa en el siglo XVIII.
Hacia 1812 llegan a Buenos Aires dos conocidos personajes, con propósitos bien definidos; pese a que, entre ellos, nunca se llevaron muy bien. Don José de San Martín, y don Carlos Maria de Alvear. Junto con los miembros de la Sociedad Patriótica dan lugar a la creación de la Logia Lautaro, basada en nuestros indeclinables ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Pero creada con el claro y nada desdeñable, dado el entorno, propósito de conspirar. Conspirar con el fin ulterior de lograr la independencia americana, la libertad de sus habitantes, y la unidad de la América toda, tal como sostenía Moreno en su plan de operaciones, 
El propósito fundamental de la Logia era la independencia. El Grito del Sud, órgano de la Sociedad Patriótica que sustituyó a Mártir o Libre, se hizo eco de esa idea.
El 29 de setiembre de 1812, Planes, presidente de la Sociedad Patriótica, habló del y expuso el deseo revolucionario "que era necesario entrar en el rango de Nación,... ¡ Seamos de una vez lo que la Providencia quiere que seamos!". Alvear (vicepresidente)  adhirió a sus pala­bras.
El 30 se discutió en la Sociedad, no la próxima e indudable declaración de la independencia que era el solo propósito de la revolución, "pues toda la sociedad está bastante convencida de la ne­cesidad de su declaratoria", sino "si la capital debiera anticiparse a declarar la absoluta independencia de la monarquía española, o si debiera hacerlo en unión de los demás pueblos". Es decir, si bastaba una declaración inmediata del  Triunvirato, como quería Passo, o se esperaba a la Asamblea General convocada el 24 para que "vote y decrete la figura con que deben aparecer las Provincias Unidas en el gran teatro de las naciones". Se resolvió esperar a la Asamblea por convenir "se ilustrase a los Pueblos haciéndoles ver la necesidad absoluta que hay de entrar en el rango de Nación y lo incompa­tible que es el nombre de Fernando VII con la existencia de todo americano".
            Desde el 25 de mayo, Lord Strangford (Representante inglés ante Portugal y Brasil) temía una declaración de inde­pendencia contraria a la política inglesa de fomentar la revolución para "que los pueblos gozasen de la libertad de comercio", sin entrar en complicaciones y adquirir una conciencia nacional que el día de mañana podría volverse contra Inglaterra. Felicitó a la Primera Junta "por la moderación con que se han condu­cido VV. SS. en tan arduo asunto" (separar al virrey), y por los "senti­mientos de lealtad y amor a su Soberano que manifiestan"; les ase­gura que podían contar "con los sentimientos pacíficos de esta Cor­te.. . siempre que la conducta de esa Capital sea consecuente y se conserve a nombre del Sr. Dn. Fernando VII y de sus legítimos sucesores".
Estas últimas narraciones corresponden a la llamada revolución de Octubre (de 1812) pero los revolucionarios de octubre ya no parecían dispuestos, al mes de su revolución, a dar curso a  la pla­neada independencia. No se exterioriza una oposición formal —que hubiera sido impopular— pero se trasluce una falta de entusiasmo.
Su accionar se ve influido  por la campaña del Ejercito del Norte, comandado por Manuel Belgrano, habiendo triunfado este en las batallas de Tucumán y Salta, es luego derrotado (el 1 de octubre) por las fuerzas realistas, en la batalla de Vilcapugio. Con Belgrano enfermo de paludismo, se le ordena retroceder al norte de Córdoba y esperar allí al enemigo. Obviamente todas las buenas intenciones de la Asamblea se ven condicionadas por esta derrota, y el avance realista hacia el sur. Difícil  juzgar a los patriotas, presionados por el avance del enemigo desde el Alto Perú, y, concomitantemente, los cambios en Europa.
El 24 de octubre de 1812 Passo, Álvarez Jonte y Francisco Belgrano ha­bían dictado la convocatoria a la Asamblea, precedida de un manifiesto que es una verdadera declaración infor­mal de independencia; pero en el resto de  los documentos, los independentistas se mostraban cautos; el mismo Monteagudo ha­bía callado su prédica, y en las tenidas de la Sociedad Patriótica ya no se habla del paso majestuoso.
 Importantes sucesos finalmente derivaron en la formalización el 31 de enero de 1813 de la Soberana Asamblea General Constituyente, que se reunió, en verdad, muy pocas veces y que fue disuelta en la llamada revolución de enero de 1815; dictó sí importantes decretos que influyeron notablemente en las generaciones siguientes. La Asamblea asumió la soberanía nacional, por primera vez en nombre del pueblo, y no del monarca español. En el juramento estuvo ausente la fórmula de prestar fidelidad al rey Fernando VII de España.
La Asamblea se reunió siempre en el Consulado de Comercio de Buenos Aires. Este funcionó en un edificio de dos plantas que estaba en la actual calle San Martín, hoy  sede el Banco Provincia. Su arquitectura era similar a la mayoría de las casas más importantes de la ciudad. Esta calle ya llevaba se llamaba así en aquel tiempo, puesto que no homenajea al  libertador, sino a San Martín de Tours.
El mismo 31 de enero, al constituirse; emite una declaración, que vale la pena transcribir: (fragmento) "Si hubiéramos de calcular los designios de la naturaleza por el resultado práctico de los sucesos humanos, sería preciso suponer que la esclavitud era el dogma más análogo a nuestro destino, y que él debía ser la única base de las primeras combinaciones de un legislador. Pero aunque el cuadro del universo no ofrece por todas partes, sino un grupo de esclavos envilecidos por la servidumbre, o acostumbrados ya a la tiranía: y aunque los esfuerzos de las almas libres, al fin sólo han servido de trofeos al despotismo, presentando en la historia de los pueblos una constante alternativa de gloria y degradación; sin embargo, la libertad existe en los decretos de la naturaleza, y por su origen es independiente de todas las vicisitudes de los siglos."
 
En un curioso decreto del 4 de agosto de 1813, La Asamblea General declara que "habiendo conocido con dolor y perjuicio de la población que la multitud de infantes que perecen luego de nacidos del mal vulgarmente llamado de "los siete días", un espasmo que entre otras cosas se origina por el agua fría con que son bautizados; resuelve que no se bautice en pueblo alguno de los comprendidos en el territorio de las Provincias Unidas sino con agua templada en cualquiera de las estaciones del año; se encarga muy particularmente al Supremo Poder Ejecutivo la vigilancia del cumplimiento de la ley."
A principios de 1814, la Asamblea dio un paso más en dirección a la concentración del poder en el ejecutivo, haciéndolo unipersonal, al crear el Directorio, para el que eligió a uno de los miembros más nuevos del Triunvirato, Gervasio Posadas, quien gobernó sin consultar casi a la Asamblea.
Desde la segunda mitad del año 1814, la Asamblea prácticamente no se reunió: apenas, dos veces más en el gobierno de Posadas, la segunda para elegirle un sucesor, en la persona del general Carlos María de Alvear. Bajo el gobierno de éste sólo se reunió una vez, sólo para refrendar lo actuado por el Director Supremo.
En definitiva, los objetivos para los cuales había sido convocada la Asamblea del año XIII se cumplieron sólo parcialmente ya que la vuelta al trono de España del rey Fernando VII y la restauración absolutista en Europa prometió acabar con cuanto revolucionario hubiese aparecido en América y Europa. Este cambio de situación mundial fue la causa principal de la falta de declaración de la independencia y de la sanción de una constitución nacional, pero logró otros objetivos de gran importancia para el desarrollo de las instituciones del Río de la Plata:
Proclamó la teoría de la representación política. Declaró el principio de la soberanía del pueblo. Resolvió la libertad de las provincias rioplatenses. Estableció el Escudo Nacional Argentino. Encargó la composición del Himno Nacional. Autorizó el uso de la escarapela argentina. Abolió el uso del escudo de Armas de España. Mandó a acuñar la primera moneda nacional en oro y plata. Suprimió el uso de la efigie del rey de España sustituyéndola por el escudo nacional. Declaró fiesta cívica al 25 de Mayo. Dictó la libertad de vientres de las esclavas.  Puso fin al tráfico de esclavos. Eliminó los mayorazgos. Suprimió los títulos de nobleza. Derogó el servicio personal de los indios: la encomienda, la mita y el yanaconazgo. Libró a los indios de la obligación de pagar el tributo. Abolió la Inquisición. Determinó que la religión católica era el culto oficial del Estado. Declaró la libertad de cultos. Estableció el patronato. Aprobó un estatuto reglamentario, que reemplazó al poder ejecutivo colegiado, el Triunvirato, por uno unipersonal, el Directorio. Promulgó el Reglamento de Justicia, creando las Cámaras de Apelaciones. Suprimió la práctica de la tortura y quemó los elementos de tortura en las plazas públicas. Declaró una amnistía para los expatriados por causas políticas. Proclamó la libertad de imprenta. Ordenó realizar un censo nacional. Otorgó franquicias para el comercio.

Este modesto escrito pretende ser solo un pantallazo general, del trabajo arduo, y muchas veces antagónico, de los hombres que forjaron nuestra naciente independencia; la cual, debo declarar, debemos seguir forjando.
El Abate Arno

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