sábado, 11 de enero de 2014

Símbolos y ritos. Apreciaciones generales. III parte.

Símbolos y ritos. Apreciaciones generales. III parte.
 “Estimo que la verdad que un hombre ha descubierto, o la luz que ha proyectado sobre algún punto oscuro, un día puede impresionar a otro ser pensante, conmoverlo, alegrarlo y consolarlo: es a él a quién hablamos como nos han hablado otros espíritus semejantes y nos han consolado también en este desierto de la vida” Arthur Schopenhauer.

Un caso particular.

Retomando el hilo conductor de los trabajos anteriores, nos es menester destacar un caso particular donde el símbolo visual y el sonoro tienen una concepción similar. Es el caso de los símbolos gráficos que no son trazados en forma permanente; y que se emplean sólo dentro del ritual iniciático; e incluso religioso. Son aquellos que no forman más que uno con el gesto ritual mismo.
Es el caso de los signos y toques de reconocimiento; siendo otro típico ejemplo, bien conocido por todos, el signo de la cruz; que cumplía esa función de reconocimiento, en los primeros tiempos del cristianismo.
Muchas figuras simbólicas trazadas en el curso de un rito son borradas o desarticuladas inmediatamente después de su cumplimiento. Mencionaremos sólo dos casos, entre los muchos que se presentan: en la iniciación, al consagrarse a un recipiendario e inmediatamente después de que este reciba la Luz M:., se elevan tres espadas formando una bóveda, y el V:.M:. ejecuta la batería de grado con su Mallete sobre la espada flamígera, dando por admitido al neófito.
Antaño, en la Masonería operativa, era trazado sobre el suelo el “tablero de logia” que al finalizar el ritual se borraba. Práctica que suele atribuirse a una precaución tomada contra la curiosidad profana, explicación demasiado simplista y superficial, “es menester ver en ella sobre todo una consecuencia del lazo mismo que une íntimamente el símbolo y el rito, de tal suerte que el símbolo no tendría ninguna razón de subsistir visiblemente fuera del rito”.
Hay otro aspecto simbólico que analizaremos, como parte integrante e inseparable del ritual. Esto es, la indumentaria ad hoc que utilizamos.

De la indumentaria simbólica.

Ha quedado demostrado a través del tiempo, como lo observamos en las diversas corrientes iniciáticas y órdenes monásticas, que la indumentaria utilizada durante el ritual, no es precisamente un tema menor. Una tradicional forma de colocar al iniciado en sintonía con el proceso de introspección que hemos de realizar consiste en la preparación del cuerpo, la mente y el espíritu; para la representación de los aspectos esotéricos de la Tradición; esto es la acción misma de la investidura, es decir, el mudar los ropajes con la finalidad de prepararse para el inicio del ritual sagrado. Esto forma parte de nuestro lenguaje simbólico, siendo un todo integral con nuestros signos, palabras y tocamientos. Este mudar de ropajes, es en última instancia, el deshacerse de la máscara profana para adentrarse en la interioridad de la geometría sagrada.

 El Mandil:  
Durante la iniciación por la que todos hemos pasado, simbólica de un segundo nacimiento, nos ha sido entregada esta parte esencial de nuestra investidura. Nuestro ritual de grado reza lo siguiente: “Este Mandil que ciño a tu cintura es el símbolo del trabajo, y con él se han honrado los hombres más eminentes en todas las ramas del saber humano. Hónrate también con él, y tráelo puesto siempre que vengas a los trabajos y mientras seas aprendiz lo has de llevar con la babeta levantada”.
Así como los guantes y la joya, es una parte esencial de la investidura masónica, constituyendo una herencia de los masones operativos medievales, y un símbolo que nos invita y consagra íntegramente al trabajo. Como recuerda un lema de las antiguas corporaciones de canteros: ora et labora.
Este trabajo no es otra cosa, que el de la Gran Obra, y es esencialmente la cooperación consciente con la obra del G\A\D\U\.
           Con todo, hay que tener plena conciencia de que el mandil no es sólo un uniforme. Relegarlo a esta categoría implica ir dejando de lado toda la riqueza del simbolismo que nos entrega la Orden.
             El  mandil nos reúne en torno de principios, participación, unión y trabajo, no de banalidades, oropeles y búsqueda de reconocimiento. Esta parte de la vestimenta de trabajo cubre la parte delantera del cuerpo, principio activo, masculino, anudado o cerrado en la parte posterior, pasiva, que corresponde a lo receptivo, equilibrados en el centro de la energía, representado por el masón mismo. Esta tradición procede de antiguos orígenes, de las más variadas culturas y religiones, en las cuales se entendía que esta zona del cuerpo correspondía al alojamiento de los instintos animales, por lo cual debe cubrirse en virtud del desbastamiento espiritual.
Tradicionalmente confeccionado en piel de cordero, por ende de color blanco, ambos símbolos de la inocencia y la pureza.
"La piel es, en hebreo, lo 'aún sin luz'; constituye la experiencia de las tinieblas que prepara y precede a la luz".
El A\M\ realiza el camino desde las tinieblas en que se encuentra hacia la luz del conocimiento metafísico. Esto también se vincula con la forma del mandil, compuesta de un cuadrado y de un triángulo. Originalmente el cuadrado cubría parte de las piernas y del abdomen —los instintos— y la triangular, la región torácica —las pasiones y emociones—, zonas que el A\ deberá ir puliendo a medida que avanza su trabajo de desbastado interno.
El cuadrado representa el cuerpo (tierra, materia y esencia), uniendo estos tres significados tenemos presente en el mandil la representación del hombre en alma, espíritu y cuerpo. El triángulo, a su vez, constituye el alma masónica y, el espíritu, es decir, al propio masón.
Entre los significados que se atribuyen al triángulo que compone el mandil de 1er grado, señalamos sólo algunos, a modo de camino de reflexión: Inteligencia, espíritu e instinto humano; (controlar) carácter, lengua y conducta; (estimar) rectitud, valor y gratitud; (meditar) vida, muerte y eternidad; (evitar) pereza, barbarie e ignorancia; (admirar) voluntad, dignidad y lealtad; (adoptar) libertad, igualdad y fraternidad; sabiduría, fuerza y belleza; salud, fuerza y unión.
           El conocimiento profundo del mandil, ayudará al Masón en su formación espiritual, dando lugar a un estudio más profundo del simbolismo.
            Recordemos también, que es el primer presente que recibimos al iniciarnos, es el primer símbolo sobre el que recibimos una explicación y la primera certeza palpable para el iniciado de que ha sido admitido en nuestra augusta orden. Por grandes que sean nuestros avances en los estudios de los sagrados misterios, jamás debemos relegar al mandil a un plano secundario; podremos cambiarle sus ornamentos, pero siempre conservará ese honroso título, que se le dio a conocer al Masón en la noche de su iniciación.

Fuentes:
- René Guénon: Apercepciones sobre la iniciación
- Mircea Eliade: El mito del eterno retorno.
- Q:.H:. Manuel Eduardo Contreras Seitz: El símbolo (R:.L:. “Reflexión”       
             Nro. 113 Gran Logia de Chile)
- G:.L:.A:.LL:.AA:.MM:. Ritual del Aprendiz masón.
El Abate Arno

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